Si el amor es ésto

... floto en una nube que me transporta sin descanso hacia su corazón cálido...


A MLD
La prolongación de mi vida

Tenía la triste sensación de que la vida se me acababa como una golosina a un pequeño que juega en el parque y llora al terminar su manjar preferido. Vivía de la renta que mi pasado me había dejado en herencia con envoltorio de soledad y abandono. Pisaba fuerte por la senda que se me presentaba al paso, pero no tenía sensación de estar dejando ninguna huella, ninguna señal, ninguna marca que recordara mi estancia en este mundo miserable. Un día de pronto todo cambió. Fue porque ella entró en mi vida, así, sin más, de lleno, de improviso, sin pedir permiso pero por la puerta delantera de mi desolado corazón. Su cuerpo puede que no fuera perfecto, aunque a mí me gustaba, he de decirlo. Su escasa estatura parecía no rellenar el espacio que habitaba, pero era sólo eso, apariencia, porque en el momento que su totalidad de centímetros tomaban movimientos compasados, volabas hacia las estrellas como un cohete de motores potentes que atraviesa el firmamento sin ataduras ni descanso. Y su sonrisa, ¡por Dios, su sonrisa! esa fue la maravilla que más me alegré de encontrar. Tenía, bueno decir que tenía una hilera de perlas por dentadura quizás no sea real, quizás ya esté tan repetido que no suene lo poético que yo pretendo transmitir en este instante al planeta entero. Sus dientes eran, no, sus dientes son pequeñas teselas blancas, níveas como la misma nieve, de una rectitud impresionante, semejante a la raya horizontal que separa el mar del cielo. Cuando entreabre su boca a modo de sonrisa y despuntan por sus labios sedosos la hilada perfecta de perlas, de teselas blanquecinas, quiero correr a acariciarla porque mis ojos no resisten la tentación de mirar sin más y mis manos también la acompañan, porque quieren tocarla, porque necesitan rozar el esplendor que irradia para hacerla suya, para retenerla en el hueco que éstas formarán y así protegerla de cualquier mal ajeno que quiera desterrarla o pretenda hundirla.



"Y me mira con ojos cómplices y sonríe y se ríe y estalla en carcajadas histéricas que atraviesan el hilo perfecto de perlas, de teselas inmaculadas..."



Su voz grave, con acordes sensatos que exaltan el saber de la vida, de la corta vida que aún la alumbra, porque todavía no ha rozado los años nefastos que a cualquier mujer le asustarían. Emite dulces palabras que atraviesan la hilera perfecta de perlas, de teselas encaladas y que se mezclan y enraízan con su lengua sabia que sabe hacer maravillas. Tiene manos esbeltas, de dedos quijotescos que acarician la brisa del nuevo día. A veces, no, a veces no, muchas muchas veces me tocan con mimos mimosos que hacen que mi cuerpo se contonee al ritmo y al compás con el que ella quiere mecerme. Y yo me dejo arrullar porque no hay mejor contento para el espíritu cansado, abatido, agotado de naufragar constantemente en el amor, que un talle al que ceñirte por las noches cuando las estrellas decoran magistralmente toda la bóveda celeste.

Hace ya doce días cohabitamos en la misma cama, espero que mañana sumemos el trece (un número no muy propicio pero que anhelo lograr), para al día siguiente tener ya catorce, alcanzando el quince después y de esta manera concluir la existencia dentro de medio siglo, minuto arriba, minuto abajo.

Me gusta verla feliz. Me encanta oírla hablar de nuestra relación, sobre todo cuando comenta a sus amigos que me quiere de verdad, que se siente llena, que soy su amor, su pareja… Y me mira con ojos cómplices y sonríe y se ríe y estalla en carcajadas histéricas que atraviesan el hilo perfecto de perlas, de teselas inmaculadas y noto que no puede controlar tanta risa loca, porque la felicidad trae consigo estas cosas y te hace actuar a modo de payaso y te desencaja los músculos faciales para hacerte parecer a los ojos del público asistente una insignificante marioneta rota.

Hoy me ha dicho que ha descubierto que realmente me quiere, creo que desde entonces floto en una nube que me transporta sin descanso hacia su corazón cálido, porque si existen las almas gemelas, me parece haberla encontrado. Basta con que cualquiera exprese un pensamiento, un gusto, una idea, un deseo, un miedo, que el sentimiento es unísono, es como si un ser extraño nos hubiese separado desde siempre, pero a la par una fuerza no menos extraña, pero más benévola, hubiese ido enlazando nuestros destinos, haciéndonos iguales para que el día de nuestro primer encuentro ya nos conociéramos y a partir de ahí sólo tuviésemos que querernos.

Sé, a ciencia cierta, sé, que ahora María piensa en mí, porque mi pensamiento se está en estos momentos precipitando contra su cuerpo, ni que decir tiene que me he parado un ratito en su fila perfecta de perlas, de teselas impolutas porque ahí es donde, hace ya tres semanas, mejor me encuentro.


Escrito el 23 de febrero de 1999 (el tiempo no pasa)

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